lunes, 15 de agosto de 2011

El gran carnaval de los 33

UN GRAN CARNAVAL: en eso se convirtió la historia de los 33 mineros atrapados en la mina San José. A partir del miércoles comienza la función. La hazaña se transmitirá por televisión y a nivel internacional. Todos estamos alegres y entusiasmados para que el rescate salga perfecto. Pero a estas alturas resulta imposible soslayar y dimensionar a ciencia cierta todo el provecho mediático, económico y político que se está sacando de este episodio.

Todo lo que se pueda decir acerca de lo que ocurrirá una vez que los mineros sean rescatados puede resultar obvio y predecible. Pero de todas formas, hagamos el ejercicio: Más de un centenar de medios de prensa extranjeros transmitirán en vivo las operaciones de rescate, paso a paso, minuto tras minuto, sin pasar por alto ni el más mínimo detalle. Miles de personas, entre familiares, cercanos y conocidos los recibirán entre gritos, abrazos y llantos. Las cámaras, apostadas en los rincones menos esperados, registrarán cada uno de los gestos más emotivos. Los televisores de todo el país se mantendrán encendidos, y las miradas de la población permanecerán expectantes.

Las autoridades aguardarán el momento oportuno para figurar como un actor importante dentro del rescate, conscientes de todo el provecho político que pueden obtener si son buenos actores. Apenas tengan la ocasión vociferarán a los medios nacionales y extranjeros que “logramos rescatar a los “33”: los “héroes de la patria”, “hombres con temple, fuerza y energía que quedarán en la memoria de todos y cada uno de los chilenos”, y mil trivialidades más que ayudarán a condimentar el caldo de cultivo de emociones que será el plato especial de ese día.

Con todo esto, se pasará por alto un punto clave durante todo este proceso, que mucho más que héroes –por la valentía y el coraje de aguantar con vida durante tanto tiempo- los mineros son víctimas de las pésimas condiciones laborales y de inseguridad en las que trabajan. Aunque claro, de ello no se dirá nada, eso no será lo importante, ni para los espectadores y mucho menos para el aparataje mediático que alcanzará altísimos niveles de audiencia. 

Los mineros son víctimas de una realidad que viven mucho más que “33” hombres. A sangre fría, los otros miles de trabajadores que están en sus casas se estarán maldiciendo una y otra vez por no haber estado en el interior del yacimiento al momento del accidente, pues no tendrán la suerte de los que se quedaron atrapados. Los afortunados, los 33, volverán a nacer luego de salir a la superficie. Sus vidas cambiarán, para bien o para mal, radicalmente.

Los dueños de los medios y los grandes empresarios los estrujarán hasta dejarlos secos, hasta que no les sirvan, hasta que dejen de ser noticia. Claro que los más inteligentes le sacarán provecho a su popularidad, pero otros, en cambio, podrían perder el rumbo al no poder mirarse al espejo al al verse fulminados por las luces de los flashes, las entrevistas, las invitaciones a programas de televisión, las invitaciones al extranjero, las condecoraciones, los premios, los nuevos amigos, en fin: al dinero, la gloria y la fama.

Si me piden que les plantee la manera en que yo hubiese manejado este episodio, no sabría que decir, porque dadas las condiciones, no existe la forma de hacerlo. Esto va en contra de la voluntad de los individuos, se trata de un fenómeno mediático imposible de contrariar, que ya forma parte del inconsciente colectivo y que avanza con la fuerza de una ola gigantesca. Me limitaría a expresar mi deseo de que una vez que los trabajadores salgan con vida, se les diera la bienvenida que merecen, con la parafernalia y todo si quieren, porque de verdad se la merecen, pero que luego se les dejara tranquilos en sus hogares, junto a sus familias, para que pudieran comenzar de nuevo. Pero eso suena muy lindo para ser verdad.

Les recomiendo la película “Ace in the hole” o “The big carnaval” (se conoce con esos dos nombres) de Billy Wilder. La protagonizó Kirk Douglas, en 1951. The big carnaval” fue premonitora en muchos sentidos. En ella verá a todos los personajes que aparecen hoy en la televisión, personificados en el film.

Qué es un problema

Es complicado imaginarse una vida sin problemas. Pensar en su ausencia hace que la rutina y la monotonía tomen protagonismo. Los altibajos a los que debemos enfrentarnos día a día, atravesando, saltando y derribando obstáculos que bloquean el camino hacia nuestros objetivos, son muchas veces razón de lucha constante.

Desde los optimistas hasta los más pesimistas han enfrentado problemas y muchas veces la solución está más lejos de lo que ellos esperan. He ahí el problema: encontrar la solución. Pero ¿cómo enfrentar un problema sin saber qué es un problema? Para muchos es una pregunta obvia y, curiosamente, se llena de respuestas mediocres ante tan ‘obvio’ cuestionamiento.

Básicamente, un problema es la dificultad o el obstáculo para encontrar alguna solución a una situación o hecho determinado. Según la RAE, un problema se define como una “cuestión que se trata de aclarar”; también, como una “proposición o dificultad de solución dudosa”. Sin embargo, para otros autores la definición de la palabra problema es mucho más compleja y terminan por transformar este ejercicio en verdadero problema.

Un problema se puede enfocar desde distintos puntos de vista, y cada uno con su propia definición. En matemáticas, es una pregunta que requiere una explicación y demostración mediante ejercicios matemáticos; en religión, se refiere a la contradicción entre dos dogmas; en filosofía, a la posibilidad e imposibilidad de las situaciones y cosas.

Según Ronald Kantowski, cosmólogo teórico, un problema desde el punto de vista matemático es “una pregunta que el alumno no sabe responder o una situación que es incapaz de resolver usando los conocimientos que tiene inmediatamente disponibles”. Desde el ángulo filosófico, para Aristóteles, un problema es “un procedimiento dialéctico que tiende a la elección o al rechazo o también a la verdad y al conocimiento”.

Ahora, ninguna de estas definiciones es enteramente clara sin una explicación previa, por lo tanto, es mejor quedarse con las respuestas más simple. Por ejemplo: “un problema es cuando dos más dos no son cuatro”, frase que usaba el fallecido productor de cine, Warren Goldberg, para definir cuando se estaba en presencia de uno.

Se entiende que al enfrentarnos a un problema hay algo que no encaja y hay que hacer que encaje; debemos encontrar los números adecuados para que el ejercicio sume cuatro. Y para esto, es indispensable saber sumar. 

Por lo tanto, un problema tiene cierta relación con el conocimiento. Cuando una situación se nos escapa de las manos es, la mayor de las veces, porque no tenemos pleno conocimiento sobre lo que estamos tratando: no se previno lo que podía suceder, es decir, no se sabía lo que podía pasar. 

Asimismo, para encontrar alguna solución, se requiere tener los conocimientos necesarios para resolver el problema. Como dice una frase conocida: “es mejor prevenir que curar”, permanecer siempre atentos y bien informados para que ante cualquier síntoma de que se avecina un problema, estemos preparados. A fin de cuentas, sea como esté definida la palabra, problemas son problemas y lo importante es saber enfrentarlos.

Una noticia fabulosa

Despenalizar el consumo de la marihuana sería una noticia fabulosa para el 5,6 por ciento de la población (yo creo que más) entre 15 y 64 años de edad que usufructúa de la planta. Tanto así, que los dejaría literalmente por las nubes de la felicidad. Y no es chiste, según el último informe de la Organización Mundial de la Salud, Chile el país más consumidor de Cannabis en Sudamérica.

Pese a la ley de drogas, a las campañas de prevención, al Control Nacional de Estupefacientes, CONACE, y a los miles de programas financiados con políticas públicas a través del erario fiscal de los chilenos, no se han obtenido resultados positivos: El consumo de cannabis es una realidad infalible y que va en aumento.

En plazas, parques, carretes, juntas, o hasta en la familia. Donde quiera que sea, no falta el volao, aquel sujeto que hizo del consumo de la marihuana una verdadera forma de vida. ¿Quién no conoce al típico vecino bueno pal’ pito, al amigo que anda por las nubes, o al conocido que tiene una mata de marihuana plantada en su patio trasero?

Volaos hay por montones. Y no parece extraño que ya se hayan organizado por un fin en común: legalizar la Marihuana en Chile. Ya vieron el ejemplo de sus vecinos argentinos –que legalizaron el consumo personal de la marihuana– y miran con anhelo y deseo el día que suceda lo mismo en nuestro país, pese a los detractores de esta iniciativa.

 Por qué no se puede hacer feliz al 5,6 por ciento de la población

El debate se abre paso cuando unos abogan por despenalizar el uso de la marihuana para terminar con el narcotráfico, y otros por negar esta solicitud por considerar que llevaría a aumentar su consumo.

Quienes están en contra, consideran que legalizar la marihuana implica decir que es inocua y se respaldan en investigaciones científicas que aseguran que el consumo provoca daño cognitivo y dependencia. Otro argumento muy manoseado es el que dice que una vez se legalice la marihuana aumentará el consumo y será el paso previo a las drogas duras.

Los detractores a estas ideas plantean que reprimir sólo refuerza a las mafias que siempre estarán agradecidas del prohibicionismo, ya que el auto-cultivo tiende a apartar a los consumidores habituales de las redes del narcotráfico, que es donde se produce la escalada hacia las drogas duras. En ese sentido, quienes no quieren legalizar se convierten inconscientemente en los mejores aliados de los drugdealers, pues sin ellos no existiría su negocio.

Desde los volados, ciudadanos y políticos, hasta los médicos, abogados y expertos de todos los sectores muestran sus posiciones y muchas veces con diferencias considerables. Finalmente, son los parlamentarios los principales responsables de que muchos chilenos no logren alcanzar su ansiada felicidad, pues toda esta discusión estanca cualquier iniciativa en el parlamento.